Y supe que venías
porque sentí llorar la guardarraya
y comprendí en la fiesta de la tarde
que a veces la alegría se da en lágrimas.
Te contemplé los ojos
porque quise volverme una mañana.
Me llené de tu cuerpo y de tu boca
para saber a primavera y caña.
Te bebí sorbo a sorbo, lentamente,
como una copa larga.
Y me llené de ti,
de tu sonrisa parecida al agua.
Empecé a conocer en tu presencia
las cosas que no dicen las palabras.
-En el amor hay cosas imprevistas
y todos los caminos van al alma.-
Sedienta de otros brazos
no me dijiste adiós una mañana,
y supe que te fuiste
porque sentí llorar la guardarraya.
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